El COVID-19 ha paralizado y ralentizado multitud de estudios y de proyectos de investigación contra el cáncer. Algunos de los más perjudicados han sido los ensayos con transferencia celular como el del CAR T, una de las técnicas más avanzadas y que está mostrando efectividad en casos complicados de leucemia linfoblástica aguda, linfoma y mieloma múltiple, así como numerosos estudios en fase I, ‘first in human’, cuyos recursos se están destinados ahora a la lucha contra el coronavirus.
Según Ramón García Sanz, presidente de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH), “se ha interrumpido un número muy importante de estos estudios, incluidos algunos que representaban la última oportunidad de muchos pacientes y, en general, casi todos se han ralentizado”. Esta crisis sanitaria “nos ha enseñado que muchos procedimientos de los ensayos clínicos deben mejorarse y extenderse al ámbito asistencial, pero también que hay que perfeccionar los registros, optimizar el uso de los recursos asistenciales en favor de una investigación óptima y tener conciencia de que los ensayos clínicos son buenos para los hospitales”, apunta el hematólogo. En esencia se trata de aprender de lo que nos ha enseñado esta crisis sanitaria y fortalecer la investigación en todos los ámbitos médicos, incrementado las inversiones en este ámbito.
Y es que los números hablan por sí solos: se prevé que en 2020 se diagnostiquen en España 277.394 nuevos casos de cáncer. Una enfermedad con decenas de caras que constituye una de las principales causas de morbi-mortalidad del país y a la que no se destinan los recursos personales y materiales públicos precisos para atajarla. En esta línea, y según datos de Farmaindustria, el 80% de los ensayos clínicos están impulsados por compañías farmacéuticas, por lo que los avances que se alcancen serán privados y, por ende, tendrán siempre un alto coste para el paciente de forma directa o indirecta.
En los últimos meses la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) ha autorizado 629 ensayos de laboratorios promotores sobre un total de 800, y, aunque son varios los miles de proyectos que están en marcha, su aplicabilidad o éxito se dilata mucho en el tiempo puesto que cada fase de investigación supone de media entre 6 y 7 años de trabajo.
Las cifras de 2020 arrojarán también un mayor número de pacientes a los que se tendrán que aplicar cuidados continuos o cuidados de soporte al no haberse llegado a tiempo en cirugías o tratamientos que también se han paralizado o ralentizado a causa del COVID-19.
Según expertos en oncología “estos tratamientos tienen como objetivo la mejora de los síntomas a través de un cuidado total, activo y continuado, cubriendo sus necesidades físicas, psicológicas, emocionales, sociales y espirituales, ya que se han demostrado sus beneficiosos al reducir el dolor, la disnea, las náuseas y otras alteraciones digestivas, la ansiedad, el temor yo la depresión”.
En esencia se trata de mejorar la calidad de vida de los pacientes no solamente en cuidados paliativos, sino también durante tratamientos como la quimioterapia. Según diversos estudios se trata de terapias que si se aplican de forma conjunta desde el diagnóstico de la enfermedad se traducen en un mejor pronóstico del enfermo.
El futuro de la lucha contra el cáncer se sostiene así en tres pilares fundamentales que pilotan sobre el apoyo y la financiación a la investigación de forma coordinada y multidisciplinar, en la atención medico-asistencial precoz y eficiente en centros hospitalarios y en los cuidados continuos y de soporte mientras que la enfermedad esté en curso. Un trabajo en equipo que incrementaría la tasa de supervivencia de los pacientes para convertir el cáncer en una enfermedad crónica de pasado.