Los pacientes oncológicos están considerados población de riesgo y su vacunación debe priorizarse ante otros sectores de la población, ya que su riesgo de mortalidad por Covid-19 es superior, sobre todo entre quienes están recibiendo un tratamiento en la actualidad contra esta enfermedad o tienen un cáncer avanzado de pulmón o neoplasias hematológicas. En los casos en los que se haya superado esta enfermedad y ya no estén siendo sometidos a un tratamiento activo, las premisas serían idénticas a las de otras personas y esta recomendación se extrapolaría a los casos de riesgo como la edad, la obesidad, la hipertensión, la diabetes, cualquier patología respiratoria, cardíaca o renal.
Según alertan desde el Grupo de Vacunación del Consejo Asesor de la Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas (FACME) “es imprescindible que los facultativos dispongan de información protocolizada y apoyada en la mayor evidencia científica a la hora de aconsejar la inmunización frente a la COVID-19”. En esta línea recuerdan que “hay evidencias suficientes para avalar la vacunación en general (exceptuando la vacunación con virus vivos) en los pacientes que reciben tratamiento inmunosupresor, al estar estas basadas en ARNm, que es rápidamente degradado en el interior celular y que no tiene capacidad de inserción ni de replicación”.
Asimismo, desde la FACME agregan que “aunque no hay datos suficientes para evaluar su interacción con los tratamientos oncológicos, las vacunas aprobadas en la actualidad parecen proporcionar un mayor nivel de anticuerpos neutralizantes que la infección natural y no hay evidencia de que la inmunoterapia con inhibidores de los puntos de control inmunológico (inhibidores PD- 1, PD-L1, CTLA-4, ...) aumenten los efectos secundarios o provoquen complicaciones”.
A tenor de los datos sobre la respuesta humoral o celular a la vacunación, estos son escasos en esta población, aunque sí que es cierto que esta puede ser menos efectiva en pacientes que reciben anticuerpos contra las células B o quimioterapia intensiva, debido a la depleción de las células B, aunque el potencial efecto en ellos de la inmunidad de células T se desconoce.
Otra de las recomendaciones de la FACME en cuanto a la coadministración de estas vacunas con la quimioterapia, es que no se modifique la pauta de este tratamiento y que se administre, eso sí, en un punto medio del intervalo entre dosis o entre ciclos de aquellos medicamentos que puedan disminuir el desarrollo de la respuesta inmune.
En pacientes que estén siendo sometidos a radioterapia no se recomienda ninguna modificación en los protocolos.
Por su parte la American Cancer Society incluye también en este primer grupo de población a vacunar a familiares o personas que estén a cargo de estos pacientes.
Vacunas autorizadas y que ya se están aplicando en España
La vacuna de Pfizer-BioNTech está autorizada para ser aplicada mayores de 16 años y se administra en dos dosis con un lapso de tres semanas entre sí.
La vacuna de Moderna está autorizada para ser aplicada en personas cuya edad sea o supere los 18 años y también requiere la aplicación de dos dosis con un lapso en este caso de cuatro semanas entre sí.
Sendas vacunas ofrecen una eficacia superior al 90% en prevenir un contagio por COVID-19 en aquellas personas que reciben ambas dosis.
Dichas vacunas contienen un mensajero RNA (mRNA) consistente de material genético. Después de que una persona recibe la vacuna, el mRNA da la indicación a las células en el cuerpo para que produzcan copias del “pico proteínico” del virus (la proteína que normalmente permite que el virus infecte a las células humanas). “Esto no genera enfermedad en la persona, pero mediante ello se activa al sistema inmunitario para que se familiarice y actúe contra el virus si el cuerpo se ve confrontado por éste en un futuro”, tal y como explican desde la American Cancer Society.
En la actualidad se desconoce si una persona ya vacunada pueda ser portadora del virus y contagiar a otras personas o sus posibles efectos secundarios a largo plazo. Los investigadores también están tratando de determinar cuánto tiempo dura la protección contra el virus que estas vacunas ofrecen, por lo que las personas vacunadas deben continuar siguiendo los protocolos de higiene, distancia y control que el resto de la población.
Entre las reacciones adversas a dichas vacunas se han reportado algunas reacciones alérgicas o efectos secundarios como dolor en el punto de la inyección, cansancio, dolor de cabeza, dolor en músculos y articulaciones, escalofríos y fiebre. Estos efectos secundarios por lo general desaparecen al cabo de unos días.