Octubre se tiñe de rosa para conmemorar el Día Internacional del Cáncer de Mama y dar visibilidad a una enfermedad cada día menos silenciosa y que afecta anualmente a más de 30.000 mujeres en España. El cáncer de mama supone el 30% de los cánceres diagnosticados entre la población femenina de nuestro país, pero también se puede dar en hombres. El 19 de octubre se reivindica esta fecha para recordar la importancia de la lucha activa por parte de todos los sectores, (investigadores, administraciones, médicos, pacientes y población en general) ya que su incidencia es muy alta y se traduce en 125,8 casos por cada 100.000 habitantes.
La pandemia de la COVID-19 ha retrasado intervenciones, pruebas, mamografías o atención médica directa a pacientes que padecen esta enfermedad, por lo que este 2020 es especialmente importante recordar que la prevención es la mejor arma contra ella. Las mamografías pueden detectar la mayoría de este tipo de cánceres antes de que sean perceptibles por palpación o provoquen síntomas, por lo que no dejar de someternos a revisiones periódicas es algo esencial. En esta línea los médicos recomiendan una visita anual al ginecólogo además de exploraciones diarias de las mamas.
Hoy en día, y gracias a los avances médicos y difusión de síntomas para su detección precoz, el 90 por ciento de las mujeres que lo padecen se curan, pero sus secuelas son muchas y no tienen la visibilidad que merecen: linfedema, depresión o recidivas.
Y es que las operaciones y tratamientos que se emplean para la lucha contra el cáncer provocan dolencias y malestar además de la caída del pelo y de las uñas.
Una de las afecciones más comunes es el linfedema, una inflamación de los ganglios linfáticos que puede producirse después de una intervención de mamas. El linfedema es una acumulación de líquido linfático en los tejidos adiposos ubicados bajo la piel. Se produce después de extirpar un tumor y de extraer los ganglios linfáticos o recibir tratamiento con radioterapia. Al extirparse este el flujo del líquido linfático sufre importantes cambios en la parte afectada y eso puede provocar que, al recibir radioterapia, los vasos se puedan dañar. En ambos casos hay probabilidad de sufrir un linfedema ya que puede caber la posibilidad de que los vasos no drenen lo suficiente en esas zonas, el líquido se acumule y cause la hinchazón. Es una complicación muy molesta que puede restar movilidad a los pacientes, impedirles trabajar o realizar tareas cotidianas, pero que se puede combatir con rehabilitación o ejercicios tales como el pilates o la gimnasia acuática.
Las secuelas que deja esta enfermedad en el plano psicológico son también muy importantes y merecen el apoyo de toda la sociedad que cada vez está más concienciada de que al cáncer de mama se le combate con varias armas muy poderosas: la información, la difusión y la financiación.