Parece que todos los problemas de salud del mundo han desparecido. Ya solo existe una enfermedad: la COVID.
Todas las noticias, todas las tertulias, todas las iniciativas de salud de las que se hablaba de manera rutinaria hasta hace seis meses han pasado a mejor vida. Ahora solo existe una enfermedad: la COVID.
Sin embargo, miles de pacientes crónicos están viéndose afectados por esta aparición inesperada en el mundo sanitario. Los datos que van apareciendo en todos los países indican que la atención a patologías crónicas o el retraso en el diagnóstico de enfermedades graves están viéndose deteriorados. Este no es un tema baladí, ya que no se trata solo del deterioro de la calidad de vida de algunos pacientes; en ocasiones, se trata de su vida.
En los servicios de oncología ya lo estamos viendo: pacientes que, por motivos propios o ajenos, han tardado en acudir al sistema sanitario a consultar sobre una dolencia y que, cuando son atendidos, la situación de su enfermedad se encuentra más avanzada de lo que hubiera estado en otro momento.
Las razones para este deterioro son múltiples: el desborde del sistema sanitario, la falta de recursos, el miedo de la población a acudir a los centros sanitarios…
Sin embargo, en ocasiones, el mayor de los problemas es la organización sanitaria. Aunque esta enfermedad nos haya pillado por la espalada en la primera oleada, no podemos permitir que vuelva a ocurrirnos. Debemos exigir a nuestras autoridades sanitarias que gestionen los recursos disponibles con el objetivo de generar circuitos limpios para los pacientes en los que haya sospecha de cáncer.
En general, los pacientes ya diagnosticados antes de la pandemia han mantenido sus tratamientos y sus revisiones oncológicas, aunque en un formato diferente (¡telemedicina al poder!). El problema real pasa por aquellas personas que están pendientes de pruebas o de intervenciones ante la sospecha o la confirmación de la existencia de un tumor.
La interrupción de los programas de cribado y el desborde de la atención primaria han contribuido a estos problemas. Debemos articular circuitos exprés para los pacientes con alta sospecha de cáncer para que no se dilate su cuidado.
Por otro lado, debemos transmitir a la población que acudir a los hospitales, cuando es necesario, es seguro.
Por lo tanto, que no se nos olvide que ¡no todo es COVID! y empecemos a trabajar para que esta epidemia no se lleve también a nuestros pacientes oncológicos por falta de organización sanitaria.